Desde que nacemos, nuestros ojos siempre tienen el mismo tamaño, pero nuestra nariz y orejas no dejan nunca de crecer. Los tejidos cartilaginosos que componen la nariz y las orejas, son los únicos que no dejan de crecer después de que el individuo haya pasado la pubertad y adolescencia y se haya convertido en adulto. Es por eso, que estas características físicas del individuo se acentúan en la vida adulta y son mayores en edad avanzada de cuando lo eran en edad media o cuando eran aún más jóvenes. Junto a ello, la cara también tiende a un encogimiento porque los músculos de la masticación se atrofian con la pérdida de dientes.
Con el paso de los años se va perdiendo el oído y el olfato, por eso estas dos partes de nuestro cuerpo tienden a crecer:
- La oreja nos sirve para que las ondas sonoras choquen en ellas y estas sea enviadas al tímpano, así que entre más grandes sean más ondas sonoras pueden chocar en ellas y así escuchar mejor.
- La nariz crece ya que el olfato es captado por el epitelio olfativo ubicado en la nariz, al crecer la nariz crece esta área y se pueden captar mejor los olores.
Las orejas crecen rápidamente hasta que
cumplimos 10 años, luego su crecimiento se reduce a unos 0.22 milímetros
por año, según un estudio realizado por practicantes del Royal Collage
Británico. Otros estudios demuestran que el lóbulo de la oreja también
crece a lo largo de la vida (y los hombres tienen lóbulos más grandes
que las mujeres). De cualquier forma, el tamaño del canal auditivo, que
se está formado por hueso y cartílago, no crece con la edad.
Además, las uñas y el cabello nunca dejan
de crecernos; esto debido a la multiplicación de células, gracias a la
corriente sanguínea. De hecho, existe en mito de que crecen incluso
después de la muerte, lo cual es falso, por su puesto: Este mito está
posiblemente fundamentado en el testimonio de Charles Augustus Howwell,
quien presenció en 1862 el cuerpo exhumado de la famosa modelo y
pintora Elizabeth Eleanor Siddal Rossetti. Howwell resaltó en la
descripción del suceso la rojiza cabellera que conservaba Elizabeth
Siddal, pues era tan larga que llenaba por completo el ataúd.
Sin embargo el cabello de un muerto no
crece. Lo que puede confundir o despistar a quien observa un cadáver
exhumado es la contracción que sufre la piel, mas esto no provocaría que
el cabello llenase un ataúd. La diferencia observable sería de 1.5 cm
aproximadamente (Lo mismo podría observarse en el aparente crecimiento
de las uñas). Si hemos de creer el relato de Howwel probablemente el
cabello de Elizabeth ya tenía ese largo al momento de su muerte.
Cuando se muere ya no hay circulación sanguínea, el crecimiento de cabello y uñas es imposible.
Cuando se muere ya no hay circulación sanguínea, el crecimiento de cabello y uñas es imposible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario